13/09/2024
La imagen clásica que muchos tienen de la terapia es la de una persona recostada en un sofá, hablando mientras el terapeuta escucha atentamente, a menudo fuera de su vista. Esta estampa, inmortalizada en innumerables películas y caricaturas, nos remite directamente a los orígenes del psicoanálisis. Pero, ¿sigue siendo esta una práctica común en la terapia moderna? ¿Realmente los terapeutas de hoy en día piden a sus clientes que se acuesten en un diván, o es solo un cliché anticuado?
Aunque la mayoría de los terapeutas actuales no insisten en que sus clientes se recuesten, la presencia del sofá en sus consultorios sigue siendo notablemente común. La persona que compartió su experiencia para este artículo relata su resistencia inicial cuando su terapeuta le sugirió probar el diván. La idea le parecía desfasada, temía sentirse expuesta o perder la capacidad de observar las reacciones de su terapeuta. Sin embargo, detrás de esta práctica hay una historia y, para algunos, beneficios inesperados.

El Origen Freudiano del Diván
La adopción del diván en la terapia se atribuye en gran medida a Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Su inspiración provino de las demostraciones de hipnoterapia que observó en su maestro Jean-Martin Charcot hace más de un siglo. Freud creía que, en el contexto del psicoanálisis, estar fuera del campo visual del terapeuta podría ayudar a los pacientes a acceder a emociones o recuerdos reprimidos con mayor facilidad. La ausencia de la mirada directa podría reducir las inhibiciones sociales y fomentar un flujo más libre de pensamientos y asociaciones. Además de esta razón teórica, Freud también admitió tener una motivación personal más práctica: no soportaba ser observado por otras personas durante ocho horas al día. Así, el diván no solo servía a un propósito clínico en su método, sino que también ofrecía comodidad al propio analista.
¿Por Qué el Sofá Persiste en los Consultorios Modernos?
A pesar de que muchas de las ideas originales de Freud sobre el inconsciente han sido revisadas o incluso descartadas a lo largo del tiempo, el sofá ha mantenido su lugar en el consultorio terapéutico. Mark Gerald, un psicólogo con formación en psicoanálisis que retrató a terapeutas en sus oficinas para su libro In the Shadow of Freud’s Couch (A la sombra del diván de Freud), descubrió que era "raro encontrar una habitación que no tuviera un sofá". Citó incluso a un colega que, aunque nunca lo usaba con sus pacientes, sentía que sin un sofá, no se sentiría como un psicoanalista. Esto sugiere que el diván ha adquirido un significado casi simbólico dentro de ciertas corrientes terapéuticas, representando una tradición o una identidad profesional, más allá de su uso práctico.
La ubicuidad del sofá contrasta con la limitada investigación sobre cuándo es realmente beneficioso o no. Existen estudios de caso que reportan experiencias mixtas. Algunos pacientes expresan haber echado de menos ver el rostro de sus terapeutas al recostarse, sintiendo que perdían una parte importante de la comunicación no verbal. Otros, en cambio, han utilizado el sofá, consciente o inconscientemente, para evitar la comunicación directa cara a cara, lo cual podría ser una forma de resistencia o dificultad en la relación terapéutica que, paradójicamente, también podría ser material para trabajar en la terapia misma.
Los Posibles Beneficios de Acostarse en Terapia
Para la persona que compartió su experiencia, y probablemente para muchos otros, recostarse ocasionalmente puede ofrecer un alivio de los aspectos sociales inherentes a la conversación con un terapeuta. Si bien la relación terapéutica es fundamental y su dinámica es a menudo objeto de análisis en la propia terapia, muchos clientes pueden poner un énfasis excesivo en la interacción interpersonal. En la era de las redes sociales, es común ver bromas sobre querer ser el "mejor paciente" o hacer reír al terapeuta; presiones que el autor confiesa haber sentido él mismo. Esta tensión por "actuar bien" o buscar la aprobación del terapeuta puede disminuir significativamente cuando uno está recostado, físicamente incapaz de escanear el rostro del terapeuta en busca de signos de aprobación o desagrado. La postura fomenta una introspección más profunda, redirigiendo la atención del exterior (la reacción del terapeuta) hacia el interior (los propios pensamientos y sentimientos).
Además, en un momento en que muchos han pasado a la teleterapia, donde mirar fijamente el rostro del terapeuta (o el propio) a través de una pantalla puede sentirse incómodo o artificial, similar a una reunión de trabajo fallida, la opción de recostarse en un entorno físico ofrece una alternativa valiosa.
Un Cambio de Perspectiva Literal y Simbólico
En un nivel muy simple, el sofá ofrece un cambio de perspectiva, literalmente. Estar recostado cambia la relación física con el espacio y con la otra persona. Nathan Kravis, psiquiatra, historiador de la psiquiatría y autor de On the Couch (Sobre el diván), señala que los antiguos griegos y romanos se reclinaban durante los banquetes, lo que creaba una atmósfera de comodidad e intimidad. En el mundo moderno, recostarse en terapia señala que la conversación que está a punto de tener es diferente a las que tiene con familiares o amigos. Es un momento y un espacio para confrontar pensamientos difíciles, admitir defectos o explorar deseos sin las obligaciones relacionales que existen con las personas que conocemos en nuestra "vida real". Kravis menciona que "su extrañeza es parte de su poder". No tiene un paralelo real en ningún otro lugar de nuestro mundo social, lo que lo convierte en un espacio único para la autoexploración sin las convenciones de la interacción social habitual.
Recostarse también puede satisfacer el deseo de una forma de terapia más creativa y humanista. Aunque todavía representa una minoría de las sesiones, el interés en el psicoanálisis ha resurgido significativamente en los últimos años. Mientras que métodos terapéuticos como la terapia cognitivo-conductual (TCC) se centran en cambiar pensamientos y comportamientos disfuncionales, el psicoanálisis se enfoca más en la autoexploración profunda. El autor, que hizo TCC durante años y la encontró muy efectiva para resolver problemas, descubrió que algo en una práctica terapéutica menos orientada a objetivos podía ser curativo. Al empezar a recostarse, sintió que estaba eligiendo conscientemente crear un espacio para la reflexión, el duelo, el procesamiento y el desarrollo de la intimidad con su propia mente, en un mundo que rara vez prioriza tales actos.
No es Obligatorio, es una Opción
Es cierto que recostarse para las sesiones de terapia podría hacer que una práctica ya costosa en tiempo y dinero se sienta aún más indulgente, y seguramente a algunas personas simplemente no les gustaría. Sin embargo, está disponible para que cualquiera lo intente al menos una vez. Ahron Friedberg, psicoanalista licenciado y psiquiatra certificado, enfatiza que recostarse es una técnica, no un fin en sí mismo. Puede ser una forma de cultivar comodidad, intimidad y reflexión, o de hablar de una manera a la que uno no está acostumbrado, ya sea consigo mismo o con el terapeuta.
Muchos terapeutas hoy en día ofrecen opciones a sus pacientes. En el consultorio de Mark Gerald, por ejemplo, hay una silla directamente frente a donde él se sienta y también un sofá. Algunos de sus pacientes siempre se recuestan; otros lo reservan para cuando se sienten abrumados. Una paciente que normalmente se sienta, se acurruca en el sofá cuando está pasando por un momento difícil. Kravis comenta que habla cara a cara con un nuevo cliente durante una o dos sesiones y luego les da la opción de recostarse. No es obligatorio. Como él mismo dice, "No estás pegado al sofá con velcro". La elección recae en el paciente y en lo que sienta que le es más útil en un momento dado.
Preguntas Frecuentes sobre el Sofá en Terapia
¿Por qué se usaba el diván en los inicios de la terapia?
Principalmente porque Sigmund Freud lo adoptó. Creía que estar fuera de la vista del terapeuta ayudaba a los pacientes a acceder a pensamientos y recuerdos reprimidos con menos inhibiciones sociales. También le resultaba más cómodo no ser observado constantemente.
¿Los terapeutas modernos todavía usan el diván?
Sí, muchos consultorios todavía tienen un sofá, aunque no todos los terapeutas lo utilizan con sus pacientes. Su presencia puede ser en parte simbólica, especialmente en el psicoanálisis, pero también se usa activamente como una opción para el paciente.
¿Es obligatorio que me acueste si mi terapeuta tiene un sofá?
Generalmente no. En la terapia moderna, el uso del sofá suele ser una opción que el terapeuta ofrece al paciente. La decisión de sentarse o recostarse depende de la comodidad y lo que el paciente sienta que le es más útil en su proceso.
¿Qué beneficios puede tener recostarse durante una sesión?
Puede ayudar a reducir la presión social de la interacción cara a cara, facilitar un cambio de perspectiva que fomente la introspección, crear un espacio de intimidad y reflexión profundo, y permitir una forma de hablar y pensar menos coartada por las convenciones sociales.
¿Hay alguna desventaja en usar el diván?
Algunos pacientes pueden echar de menos la comunicación no verbal al no ver el rostro del terapeuta. Otros pueden usarlo inconscientemente para evitar la confrontación o la interacción directa, lo cual podría ser una dinámica a explorar en la terapia.
¿Es el sofá exclusivo del psicoanálisis?
Aunque está más fuertemente asociado con el psicoanálisis y las terapias psicodinámicas, algunos terapeutas de otras orientaciones pueden tener un sofá en su consultorio y ofrecerlo como opción, aunque no sea una parte central de su técnica.
Conclusión
El diván en el consultorio del terapeuta es más que un simple mueble o un vestigio histórico. Si bien ya no es un requisito universal como quizás lo fue en los tiempos de Sigmund Freud, sigue siendo una característica común en muchos espacios terapéuticos y, para algunos, una herramienta valiosa. Ofrece la posibilidad de una experiencia terapéutica diferente, un espacio donde la perspectiva cambia, donde la intimidad consigo mismo puede florecer y donde la reflexión profunda se ve facilitada al reducir la presión de la interacción social directa. No es una solución mágica ni adecuada para todos, pero como una técnica que puede potenciar ciertos aspectos del proceso terapéutico, el sofá conserva su relevancia. La próxima vez que veas uno, recuerda que detrás de ese icónico objeto hay una rica historia y el potencial de abrir nuevas vías en el camino hacia el autoconocimiento.
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