¿Qué hizo Leticia Cossettini?

Olga y Leticia Cossettini: La Escuela Serena

13/10/2025

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Olga y Leticia Cossettini fueron dos hermanas santafesinas que dejaron una huella imborrable en la historia de la educación argentina. Maestras de vocación y convicción, dedicaron sus vidas a transformar la escuela, concibiéndola no como un lugar de rígida transmisión de conocimientos, sino como un espacio vibrante de vida, creatividad y aprendizaje basado en la experiencia directa y la libertad del niño. Su proyecto más emblemático, conocido como la Escuela Serena, implementado en Rosario, representó un faro de innovación pedagógica que desafió las estructuras tradicionales de su tiempo y aún hoy resuena por su humanismo y visión.

¿Qué hicieron Olga y Leticia Cossettini?
El mismo pone en valor la trayectoria docente e intelectual de Olga y Leticia Cossettini, quienes, junto a un grupo de docentes, llevaron adelante entre 1935 y 1950 un proyecto educativo escolanovista en la Escuela Provincial n. ° 69 “Dr. Gabriel Carrasco” de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina.

Nacidas en San Jorge, Santa Fe, Olga (1896-1987) y Leticia (1904-1990) crecieron en un hogar marcado por la docencia, ya que sus padres, inmigrantes italianos, también eran maestros y fundadores de escuelas. Esta herencia familiar, sumada a una profunda sensibilidad social y un espíritu inquieto, las impulsó desde jóvenes a cuestionar los métodos de enseñanza vigentes. Olga se recibió de maestra en 1914 y prontamente se destacó no solo por su labor en el aula, sino también por su compromiso con los derechos docentes, llegando a ser cesanteada en 1921 por participar en una masiva huelga que reclamaba mejoras salariales y condiciones laborales dignas. Este primer revés no hizo más que fortalecer su convicción en la necesidad de un cambio profundo y la importancia de defender la labor del magisterio.

Orígenes e Inspiración: La Semilla de la Innovación Pedagógica

Las ideas de la denominada “Escuela Nueva” comenzaron a difundirse en Santa Fe a principios de la década de 1920, impulsadas por figuras progresistas dentro del ámbito político y educativo, como el político y ministro Agustín Rodríguez Araya y el maestro normalista Luis Borruat. Estos principios pedagógicos, que promovían un rol más activo del alumno, el aprendizaje a través de la experiencia y una educación más conectada con la vida y el entorno, encontraron una fuerte resistencia en sectores conservadores de la sociedad, particularmente la Iglesia católica, que veían con desconfianza estas iniciativas y las señalaban como “experimentos insólitos y peligrosos” para los niños. También hubo resistencias desde algunas asociaciones gremiales del magisterio en ciertas coyunturas, aunque por motivos diferentes, como la defensa de la agremiación libre en el marco de la sanción de nuevas leyes educativas.

El contexto político de Santa Fe durante las décadas de 1930 y 1940 fue complejo y afectó directamente las posibilidades de implementación y continuidad de las reformas educativas. A pesar de la promulgación de una ley que buscaba afianzar el principio constitucional de la educación laica en 1934 –la cual generó sustanciales resistencias–, la intervención federal de la provincia en octubre de 1935 clausuró este “experimento progresista”, restituyendo la Constitución de 1900 y la Ley de Educación de 1886, más conservadoras. Las nuevas autoridades criticaron duramente la gestión anterior y cuestionaron el “extranjerismo” de las reformas educativas, a las que atribuían problemas como el descenso de la matrícula o la falta de inversión edilicia, ignorando el contexto de crisis económica y el cierre de escuelas nacionales. La influencia de la Iglesia católica se hizo aún más fuerte, impulsando la enseñanza religiosa organizada en las escuelas.

Entretanto, en la provincia de Córdoba, la Escuela Nueva también fue objeto de críticas en la década de 1940. Un educador de relevancia y presidente del Consejo Provincial de Educación, el Dr. Raúl Fernández, señaló que la principal razón de esta crítica era que la Iglesia católica había condenado ese sistema. Durante una sesión en la que se sancionaba la nueva constitución peronista, afirmó que los maestros que apreciaban la Escuela Nueva ya no podrían aplicarla debido a dicha condena eclesiástica. Aunque otros convencionales defendieron que la enseñanza religiosa era función de los padres y no del Estado, la nueva constitución y los programas educativos que le siguieron significaron el fin del impulso para la Escuela Nueva en Córdoba. El golpe militar de 1943, que impuso la enseñanza religiosa obligatoria a nivel nacional mediante decreto, derogando de hecho la laica Ley 1420, consolidó un clima adverso para las pedagogías innovadoras en todo el país.

Fue en este desafiante escenario político y social que Olga Cossettini, mientras se desempeñaba como regente en la Escuela Normal Domingo de Oro de Rafaela en 1930, propuso a su directora, Amanda Arias, poner en marcha una experiencia educativa innovadora. La denominó “Escuela Serena”, un nombre que evocaba las corrientes pedagógicas italianas inspiradas en pensadores como Giovanni Gentile, Benedetto Croce, Lombardo Rádice y, fundamentalmente, María Montessori. El impacto de estas ideas en Argentina y Brasil fue significativo, en parte debido a la fuerte inmigración italiana. Olga, como buena hija de docentes italianos, conocía esta tradición. Abrazó los pilares montessorianos de libertad, actividad e individualidad, buscando que el alumno fuera el verdadero protagonista de su aprendizaje, considerándolo un sujeto activo y no solo un receptor de información.

En esta primera etapa en Rafaela, contó ya con la invaluable colaboración de su hermana Leticia Cossettini y del cuerpo docente. Iniciaron la aplicación de lo que también se conocía como Escuela Activa, sentando las bases de lo que sería su proyecto más conocido y desarrollado en plenitud.

La Escuela Experimental N° 69 “Dr. Gabriel Carrasco”: El Corazón de la Escuela Serena en Rosario

El punto de inflexión y el escenario principal de su proyecto llegó en 1935, cuando Olga, acompañada por Leticia, asumió la dirección de la Escuela Experimental n.° 69 “Dr. Gabriel Carrasco” en el barrio Alberdi de Rosario. Tenía 37 años y una visión clara. La escuela, fundada en 1894, estaba ubicada en un barrio de casas bajas cerca del río Paraná y a ella asistían hijos de obreros, pescadores, obreros de fábricas, comerciantes de clase media y algunos pocos de clases acomodadas. A pesar de mantener los planes de estudios oficiales, lograron transformar la escuela en un establecimiento con un espíritu radicalmente nuevo en muy poco tiempo, al punto de ser oficialmente declarada experimental por las autoridades educativas. La escuela, que contaba con seiscientos niños entre seis y catorce años, se convirtió rápidamente en “la escuela de la señorita Olga”.

La filosofía central de la Escuela Serena era la Pedagogía Activa, que se oponía radicalmente a la enseñanza memorística, rígida y enciclopédica propia de la escuela tradicional. En lugar de aulas rígidas y separadas por materias, los espacios se transformaban en talleres y laboratorios donde los niños exploraban y creaban. La disciplina no era impuesta externamente mediante castigos o normas estrictas, sino que surgía de un “orden interno”, un clima de natural armonía y respeto mutuo donde los niños considerados “indisciplinados” eran absorbidos por el ambiente de trabajo colaborativo y solidaridad. La escuela no buscaba formar poetas, pintores, músicos o mimos en desmedro del conocimiento, como algunas pedagogías anquilosadas criticaban, sino “hacer seres armoniosos”, buscando la verdad con humildad y conectando a los niños con el devenir de la naturaleza, los hombres, los acontecimientos y sucesos del mundo exterior que “penetraban por las abiertas ventanas”. La solidaridad era la “fuerza generatriz” que impulsaba el aprendizaje y la convivencia.

Las hermanas Cossettini trabajaron incansablemente durante quince años en la escuela Carrasco, en donde ambas impusieron su sello personal y complementario. Leticia, con su sensibilidad más romántica y artística, enriqueció la escuela de manera fundamental, introduciendo el teatro de títeres como herramienta expresiva y lúdica, creando el famoso “coro de pájaros” donde los niños imitaban los sonidos de las aves que habitaban en las barrancas del río Paraná, e incorporando la danza y la música clásica, exponiendo a los alumnos a grandes compositores como Mozart o Schubert en conciertos quincenales. Olga, por su parte, con una visión más orientada a la conexión con el entorno social, “sacaba la escuela a la calle” a través de las llamadas “Misiones de Divulgación Cultural”, estableciendo vínculos directos entre el colegio y la comunidad. Estas misiones implicaban visitas a vecinos, comercios, referentes de asociaciones públicas y privadas, permitiendo a los niños conocer y comprender su entorno, y a la comunidad conocer y valorar el trabajo de la escuela. Esta apertura al exterior posibilitaba la producción colectiva y el aprendizaje basado en la experiencia directa, considerando que, como ellas defendían, solo se aprende verdaderamente aquello que se ha vivido.

En la Escuela Serena no había campanas para anunciar el inicio de clases o los recreos; en su lugar, sonaba música que venía desde el patio, creando un ambiente más humano y menos mecánico. Las materias no estaban rígidamente divididas por horas o asignaturas estancas. Se promovía una educación integral que borraba esa rigidez característica del dictado por asignaturas separadas. Los contenidos surgían de la realidad misma: de los paseos educativos por el barrio o hacia el río (aprendiendo geografía, biología, matemáticas a partir de la observación y la interacción con el entorno), del canto de los pájaros (música, biología), de las historias de vida de los habitantes (historia, sociología, ética), de la circunferencia de la fuente de la plaza (matemáticas). Los contenidos de las materias estaban ahí, en la realidad que rodeaba a los niños.

Tampoco había una preocupación por la memorización de conceptos vacíos. Por el contrario, preferían crear un clima de armonía, alegría y espontaneidad donde los chicos y chicas pudieran expresarse libremente, explorar sus intereses y ayudarse mutuamente. Convencidas de las potencialidades del lenguaje artístico, inspiraban a los alumnos a que pinten y dibujen, a que expresaran sus emociones e ideas, para que descubrieran y comprendieran el mundo a través del arte. Consideraban que la simplicidad de los medios era un factor seguro y eficaz en la educación, apartándose de todo lo artificioso y complicado.

¿Qué fue la Escuela Serena de las hermanas Cossettini?
La Escuela Serena fue el proyecto pedagógico de las hermanas Olga y Leticia Cossettini que implicó una innovación para la época, donde los estudiantes eran considerados el centro del aprendizaje y reinaba el arte, la música y la creatividad en un contexto de serenidad y bienestar.

Este proyecto contó con el apoyo de figuras como el gobernador demo-progresista Luciano Molinas, cuya gestión (iniciada en 1931) apoyó las reformas educativas, y posteriormente, el ministro de Educación Juan Mantovani (durante el gobierno de Manuel María de Iriondo), quien estimuló y apoyó a las hermanas Cossettini para que llevaran a cabo su propuesta. Mantovani incluso prologó el libro de Olga “El niño y su expresión. Lenguaje y escritura en primer grado”, publicado en 1940 por el Ministerio de Instrucción y Fomento de la provincia de Santa Fe. Este libro contenía reproducciones de las obras de los niños expuestas en el Museo Castagnino de Rosario y el texto de la conferencia que Olga brindó en la inauguración de la muestra, y llevaba una cariñosa dedicatoria a Leticia, reconociendo su fervor como maestra y su aporte artístico.

Un Contexto Político Turbulento y el Fin de la Experiencia

A pesar del éxito pedagógico, el reconocimiento creciente y el apoyo de algunas autoridades, la Escuela Serena operó en un contexto político inestable que, como vimos anteriormente, ya había afectado la Escuela Nueva en Santa Fe y Córdoba. En Santa Fe, tras la intervención de 1935, se restituyeron leyes educativas más antiguas y la influencia del catolicismo en la educación se intensificó, con propuestas como la enseñanza religiosa organizada, vista como una forma de contrarrestar el supuesto “decaimiento del espíritu patriótico” en la escuela.

El golpe militar de 1943 impuso la enseñanza religiosa en las escuelas públicas a nivel nacional a través del decreto ley 18.411, derogando de hecho la Ley 1420, pilar del ideario constitucional democrático y laico de 1853. Este clima de restricción a las ideas educativas progresistas, vistas por el nuevo régimen como “vanguardistas” o “extranjerizantes”, culminó, en el caso específico de las hermanas Cossettini y su proyecto en la Escuela Carrasco, en 1950. Bajo el gobierno del general Juan Domingo Perón, Olga fue acusada de aplicar “doctrinas vanguardistas estructuradas en el extranjero”, consideradas contrarias a los principios del gobierno de la época. Consecuentemente, fue cesanteada por segunda vez en su carrera. Leticia, en entrevistas posteriores, responsabilizó de esa medida al reconocido escritor Leopoldo Marechal, quien en ese momento presidía el Consejo General de Educación de la provincia de Santa Fe, señalándolo como el firmante de una serie de decretos que condujeron a la cancelación definitiva de la experiencia educativa de la Escuela Serena.

Ambas hermanas debieron abandonar su querida escuela Carrasco, un testimonio doloroso del impacto directo de los cambios políticos en las iniciativas pedagógicas innovadoras. Este hecho marcó el fin de los quince años de trabajo ininterrumpido en este establecimiento, pero no significó el fin de su influencia ni de sus ideales educativos.

Legado, Reconocimiento y Continuidad de la Obra

Aunque la Escuela Serena en Rosario fue clausurada en 1950, el trabajo y el pensamiento de Olga y Leticia Cossettini ya habían dejado una marca profunda en el ámbito educativo y cultural. Olga, a pesar de la cesantía, continuó su labor educativa en otros ámbitos y roles. Tras la caída del gobierno peronista en 1955, fue reincorporada y desempeñó funciones de relevancia, como inspectora de Escuelas en Santa Fe (1955-1957), directora de escuelas en la provincia de Buenos Aires, y asesora del Departamento de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional del Litoral (1961-1964) y de la reconocida editorial Eudeba (1961-1966).

Su prestigio pedagógico trascendió ampliamente las fronteras argentinas. Obtuvo una prestigiosa beca de la Fundación Guggenheim de Estados Unidos entre 1940 y 1941, lo que le permitió llevar una muestra de los trabajos de sus alumnos y dictar conferencias por distintos Estados de ese país, difundiendo su método y los logros de la Escuela Serena. Participó en importantes congresos internacionales, como el “Congreso Americano de Maestros” realizado en México en 1946, donde formó parte de la representación argentina. En 1949, fue designada para dictar cursos de actualización en la “Escuela de Verano” de Chile. Su capacidad para lograr una comunicación eficaz y su profundo conocimiento pedagógico fueron reconocidos internacionalmente. Gracias a una invitación del Consejo Británico en 1961, tuvo la oportunidad de recorrer centros educativos de Inglaterra, Francia e Italia, conectándose con otras experiencias renovadoras.

Posteriormente, fue distinguida como delegada oficial en el Congreso de Planificación de la Educación de la Unesco, realizado en Washington, D. C., y la misma organización la designó Experta en Formación de Maestros en Honduras en 1969. Dictó clases y conferencias en países como Uruguay, Chile, México, Gran Bretaña, Francia, Italia y Estados Unidos, bregando siempre por imponer una educación nueva, basada en lecciones de humanismo y criticando abiertamente los sistemas caducos de enseñanza que no consideraban al niño en su totalidad.

Su saber y experiencia quedaron plasmados en numerosos textos y conferencias, que continúan siendo material de estudio para educadores, incluyendo la conmovedora “Pedagogía de la perversidad”, donde reflexiona sobre la educación y la humanidad. Lo más valioso y perdurable de su legado, sin embargo, fue el reconocimiento y el afecto de sus exalumnas y exalumnos, quienes recordaban la escuela Carrasco con inmenso cariño como un lugar donde se sentían libres, respetados, felices y donde aprendieron de una manera significativa y profunda. Este testimonio de vida es, quizás, el mayor aval de la validez de su propuesta pedagógica.

Olga Cossettini falleció en Rosario el 23 de mayo de 1987 a los 98 años, en la misma vivienda del barrio Alberdi que hoy funciona como museo y centro cultural, preservando su memoria, su obra y su legado para las futuras generaciones. Un año antes, en 1986, había recibido un merecido reconocimiento de la Fundación Konex, una de las instituciones más importantes de la Argentina en el ámbito cultural y educativo. Leticia, su compañera inseparable en la aventura pedagógica y co-creadora de la Escuela Serena, continuó difundiendo sus ideas y preservando su memoria hasta su fallecimiento en 1990.

La obra de las hermanas Cossettini demostró con creces que una escuela diferente, más humana, artística, creativa, conectada con la vida y centrada en el niño, no solo era posible en un contexto de escuela pública, sino también profundamente transformadora y enriquecedora para los niños, los maestros y la comunidad en general. Su legado perdura como un recordatorio de que la educación puede ser un camino hacia la libertad y la plenitud del ser humano.

Preguntas Frecuentes sobre las Hermanas Cossettini y su Obra

¿Quiénes fueron Olga y Leticia Cossettini?
Fueron dos hermanas maestras argentinas nacidas en Santa Fe, pioneras de la renovación pedagógica en el país durante el siglo XX. Son reconocidas por haber liderado un proyecto educativo innovador conocido como la Escuela Serena en Rosario.
¿Qué fue la Escuela Serena?
Fue el nombre con el que se conoció el proyecto de Escuela Activa o Escuela Nueva desarrollado por Olga y Leticia Cossettini en la Escuela Experimental n.° 69 “Dr. Gabriel Carrasco” de Rosario, Santa Fe, entre 1935 y 1950. Se caracterizaba por poner al niño en el centro del proceso de aprendizaje, fomentar la libertad, la creatividad, el arte, la música, el aprendizaje vivencial y la conexión con la comunidad, en oposición a la educación tradicional basada en la memorización y la rigidez.
¿En qué principios pedagógicos se basaba el trabajo de las hermanas Cossettini?
Se basaban en los principios de la Escuela Nueva y la Pedagogía Activa, fuertemente inspiradas en corrientes educativas italianas y pedagogos como María Montessori, Rosa Agazzi y Friedrich Froebel. Promovían la actividad del alumno, la individualidad, la libertad, el aprendizaje a través de la experiencia directa y el juego, la integración de saberes (no separación estricta por materias) y la creación de un clima escolar de armonía, solidaridad y respeto.
¿Qué actividades distintivas se realizaban en la Escuela Serena?
Implementaron una gran variedad de actividades innovadoras para la época, como teatro de títeres (impulsado por Leticia), un coro de pájaros, clases de música clásica y danza, talleres, paseos educativos por el barrio y el entorno natural para aprender de la realidad, y las “Misiones de Divulgación Cultural” para conectar la escuela con la comunidad circundante.
¿Por qué terminó la experiencia de la Escuela Serena en Rosario?
La experiencia educativa en la Escuela Carrasco finalizó abruptamente en 1950. Olga Cossettini fue cesanteada de su cargo como directora durante el gobierno peronista, al ser acusada de aplicar “doctrinas vanguardistas” consideradas contrarias a la política educativa oficial del momento. Esto ocurrió en un contexto nacional de retroceso para las ideas de la Escuela Nueva y avance de la enseñanza religiosa obligatoria.
¿Cuál es el legado más importante de las hermanas Cossettini?
Su principal legado es haber demostrado, en la práctica de la escuela pública, la viabilidad y el éxito de una educación centrada en el niño, el respeto por su individualidad, el fomento de la creatividad y la expresión artística, y la conexión profunda entre la escuela y la vida. Su trabajo inspiró a muchas generaciones de educadores y su figura es un referente fundamental en la historia de la educación en Argentina y América Latina. La casa donde vivió Olga en Rosario es hoy un museo que resguarda su memoria.

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